El sonido de la tierra by Antonio Pérez Henares

El sonido de la tierra by Antonio Pérez Henares

autor:Antonio Pérez Henares [Pérez Henares, Antonio]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Divulgación, Ciencias naturales
editor: ePubLibre
publicado: 2015-05-01T00:00:00+00:00


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Fue el primero en acercarse a nuestro fuego, el primer aliado cuando el combate contra las bestias no tenía un seguro vencedor, fue nuestro olfato, nuestro vigía, nuestro compañero de caza. Antes de que se domesticara ningún otro animal, en el tiempo de los cazadores-recolectores del paleolítico, cuando se estaba pintando Altamira, el perro vino al hombre o el hombre buscó al perro. Al lobo mejor dicho, porque entonces era lobo y hoy sabemos (el ADN lo ha cantado a la luna) que todos los perros, todas las razas de perros del mundo, descienden del lobo ártico y no, como se creía hasta hace poco, que la mayoría lo hacían del chacal dorado. Con el lobo siguen siendo, hasta hoy, genéticamente compatibles; pueden cruzarse y parir hijos fértiles.

Ese lobo-perro nos eligió y cruzó con nosotros la glaciación entera. Por cruzar, cruzó incluso el estrecho de Bering, cuando hubo paso de tierra y hielo; y pegado al carcañal del hombre, descubrió con él, y en verdad, América, ya que cuando Colón llegó se encontró que por allá ya andaban otros hombres y otros perros.

Él fue antes que la oveja, la cabra o el buey. Mucho antes que el caballo. De esto no hace ni siquiera diez milenios. Él no fue domesticado ni estabulado para comerse a sus hijos, robarle su leche o privarlo de su lana. No. El perro fue compañero y mascota. Hoy lo sigue siendo.

No le ha ido mal del todo. Aunque fue una apuesta arriesgada el unirse a la especie más asesina y terrible que ha dado a luz la tierra. La que es capaz de matar por placer, egoísta hasta el delirio y capaz de destruir con su éxito arrollador el propio planeta que la sustenta. Es cierto que ha sufrido su ira, su abuso, su abandono y su desprecio. Ya lo creo. Lo sigue sufriendo y a veces de la manera más cruel. ¿No han de saberlo si nos han escuchado decir tantas veces que dar mala vida es dar «vida de perro»?

Pero no les menospreciemos. Han sabido, en buena medida, aplacar a la bestia humana y conseguir su tolerancia, su protección e incluso su afecto. Quizá hasta nos han vencido en un sutil juego de psicología. Han prosperado, se han diversificado en mil razas y con nosotros se han extendido y colonizado el mundo entero. Unida su suerte a la del hombre: donde éste pasa hambre y penuria, a él se le duplican las miserias, pero donde el humano vive en la opulencia, él prospera en la molicie.

Hoy en el siglo XXI de los países ricos y de las gentes gordas, ha sabido hacer su pequeña evolución para adaptarse a un nuevo hombre, el «Homo asfalticus», y a sus servicios históricos ha unido hacerse apreciar por una de sus facetas, no sé si más moderna o simplemente ahora más conveniente. Su caricia, su compañía, su cercanía, son su aportación para renovar y fortalecer el vínculo de la vieja alianza. El hombre ya no le tiembla a la noche ni a los rugidos, pero se aterra ante su soledad invadida de masas humanas.



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